Transformar los procesos se ha convertido en la razón de ser de la tecnología en pleno siglo XXI. Para optimizar la confiabilidad de las operaciones y transacciones digitales, la industria ha desarrollado un conjunto de herramientas que garantizan un registro descentralizado, sincronizado y fehaciente, de cualquier operación realizada a través de dispositivos electrónicos.

Es blockchain o cadena de bloques, una tecnología que vertebra un entorno de confianza para el intercambio de datos, impulsando la agilidad y trazabilidad de las operaciones, y reduciendo costes.

Aunque hasta ahora han sido las grandes corporaciones las que, en mayor medida, demandan el uso de blockchain, se prevé que, debido a sus múltiples capacidades, en cuanto alcance una mayor madurez traspase las fronteras corporativas para entrar en el ámbito de las medianas e incluso de las pequeñas empresas, segmento este último que no puede permitirse desarrollos a medida y que se inclina por usar herramientas estandarizadas que no precisen formar y/o contratar a personal técnico especializado.

Iniciativas como Alastria, y la posible incursión de las AAPP a escala estatal o autonómica en la creación de redes blockchain autorizadas como servicio (BaaS), serán la clave a lo largo de los años 2020 y 2021.

A nivel de aplicaciones de negocio, se espera que blockchain tenga un rápido impacto en el terreno de la trazabilidad de productos, así como en la certificación de documentos, teniendo que buscar su hueco en este último ámbito frente a soluciones más tradicionales basadas, por ejemplo, en la firma electrónica.

También es importante, y muy probable, que próximamente surjan más soluciones para la interoperabilidad entre distintas tecnologías DLT (tecnología de registros distribuidos) de modo que puedan articularse redes compuestas que promuevan la colaboración a nivel global.

Diego Souto, Gerente de Proyectos